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En Whitechapel, donde el doctor Jek se hacía pasar por Jekyll (In Mm., IV y VII), asesinó a dos prostitutas, una de las cuales ejercía de proxeneta entre los burgueses adinerados. Y en ambos casos las víctimas presentaron la misma incisión en el vientre: un tajo desde el ombligo hacia abajo, en una línea vertical, casi perfecta, y los intestinos dispuestos en un símbolo sinusoidal. Stevenson (o el supuesto Stevenson) no decía que también estuvieran degolladas de oreja a oreja. Pero no había duda de que Jek era ya el que luego habría de llamarse Jack el Destripador, modificando el Jek en Jack. Lo más arbitrario y oscuro de esta historia es que la policía no investigó los hechos. jamás supo de nadie que se llamara Jekyll the Ripper. Sólo hay una referencia perdida en capítulo VII un abogado de nombre Patterson (Utterson, en El extraño caso...) se dedicó a investigar por su cuenta la historia del doctor Jek en el barrio del Soho, a mucha distancia de Whitechapel.

La botella de whisky estaba ya por la mitad y el viento seguía arremetiendo contra el vidrio. Los relojes borraban la noche de Londres. Cuando dejé el In Memoriam: Jekyll the Ripper, pensé que todo estaba claro. Jek, convertido en Jekyll el Destripador, segundo Yo obtenido por retroversión de la personalidad, proceso esquizofrénico no muy estudiado entonces, era el mismo que luego habría de volver a su estructura demoníaca en el Londres de 1888. Pero ya no sería Jekyll el Destripador sino Jack el Destripador. En El extraño caso del doctor Jekyll y del señor Hyde, la segunda persona, el segundo Yo, habría de llamarse Hyde. Stevenson, indudablemente, tenía interés en ocultar la verdadera identidad del sujeto para convertirlo en personaje de su novela. No hubo mala fe. Incluso, cuando pudo haber aclarado los asesinatos de Jack el Destripador, ya estaba en camino de Samoa, en donde se recluyó hacia 1889, en el instante en que todavía parecía seguir actuando el asesino. Otra hipótesis que no deriva de la lectura del In Memoriam, es la de que el doctor Jek y Jack el Destripador eran expertos en el manejo del bisturí. Utilizaban el mismo procedimiento para las incisiones y desparramaban las vísceras formando extrañas figuras. Además, el título completo de la obra In Memoriam: Jekyll the Ripper, anunciaba implícitamente que se trataba de la misma persona. Pero, ¿por qué fue escrita en 1894 y no antes? Creo sin lugar a dudas, que el sentimiento de culpabilidad llevó a Stevenson a confesar tardíamente una realidad que antes había callado o había visto como posibilidad creadora. Y para que nada se le imputara, negó inclusive la paternidad de la obra. Porque al negarla quedaba a cubierto de toda sospecha, pero con la tranquilidad, para su conciencia, de haberse confesado.

Para mayor confusión, en las Some College Memories había una frase según la cual Stevenson estaría dispuesto a modificar la realidad. ¿Tendría esto algo que ver con la historia de Jek-JekyII-Jack? Las memorias y el caso del doctor Jekyll databan de 1886, y el asesino, dos años antes de aparecer en Whitechapel, ya se dedicaba a iguales, víctimas que las enumeradas por Scotland Yard en 1888. La confusión se hizo más acuciante con un tercer elemento que por lo ridículo he dejado para el final. El bibliólogo del Soho me mostró un pantalón azul, muy oscuro, que él había adquirido en Portland Street (a poco trecho de un hotel donde se alojara Mr. Hyde) que tenla dos iniciales tejidas con el "hilo peculiar" de la época: J. J. Estas iniciales respondían a la manía del doctor Jek de inicialarse toda su ropa. Cuando le observé por qué dos veces la inicial del apellido, me respondió: "Un desafío a Scotland Yard para que descubriera sus crímenes. Jek, como Jekyll en El extraño caso..., también se llamaba Henry". Con esa, contestación incoherente di por terminada en Londres mi investigación de Jack el Destripador. Al regresar a Buenos Aires, revisando mi archivo de crímenes, tuve una evidencia sobre la cual no me atrevo a escribir todavía. Jack el Destripador, desaparecido de Londres, había muerto en Buenos Aires, a los 75 años, en un hotel de la calle Leandro N. Alem, frente a la plaza Mazzini, hoy Roma, una mañana lluviosa de octubre de 1929.

 

[Historias de monstruos, Ediciones de la Flor]

[Ilustraciones: Das Cabinet des Dr. Caligari, de Robert Wiene]