Jean-Pierre Melville y la «nouvelle vague». Cineasta admirado por estos, que llevan su admiración al punto de hacerle actor de sus películas [Godard con À bout de souffle, Chabrol con Landrú], Melville representa mejor que nadie el polar o policiaco francés, que seguía los pasos de Jacques Becker y su No touchez pas au grisbi, un género al que dió obras del tamaño de El silencio de un hombre, El confidente o El círculo rojo. Melville no es un cineasta innaccesible. Las cadenas de televisión programan de cuando en cuando películas suyas, las filmotecas le han dedicado ciclos, incluso la revista Nosferatu le dedicó un número. Pero, ¿quién conoce a Melville? En pocos casos como en éste uno tiene la sensación de encontrarse ante un cineasta necesario... e injustamente olvidado.