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Algunas representaciones cinematográficas de la Shoah

Una primera aclaración imprescindible refiere a la traducción habitual, e intencionada en su error, de la palabra hebrea Shoah con la que se designa el exterminio de personas judías por la administración burocrática nacional-socialista, como Holocausto. Según el Diccionario de la Biblia, Holocausto es la ofrenda total de una víctima que, tras la imposición de manos y la aspersión con sangre, es completamente quemada, subiendo el humo provocado al cielo. El código sacerdotal contiene disposiciones precisas acerca de los animales que pueden sacrificarse en holocausto: becerros, ganado menor, palomas. Por otra parte la Real Academia de la Lengua Española distingue dos significados para la palabra holocausto: 1: "sacrificio especial entre los israelitas, en que se quemaba toda la víctima" y 2: " acto de abnegación que se lleva a cabo por amor". Según el diccionario de María Moliner holocausto remite a "una renuncia a algo o entrega a algo muy querido o de sí mismo para lograr un ideal o el bien de otros". El holocausto es, pues, un rito religioso, un sacrificio con sentido, una ofrenda de amor a la divinidad. Los psicoanalistas Perla Sneh y Juan Carlos Cosaka [1] señalan que: "coagular el exterminio en una significación sacrificial señala a los asesinados por la generalidad del sacrificio (que justifica la acción del verdugo y ubica la muerte de la víctima en un sistema de significaciones) y vuelve a despojarlos de la dignidad de un nombre propio. El término Shoah no remite a sacrificio alguno, sino a la más completa devastación, a la catástrofe, al arrasamiento. Este término se impuso después de la matanza; durante la misma, el término más frecuentemente utilizado era jurbán, que significa reducir a ruinas, en el sentido que tiene en la expresión Jurbán Ha'Bait, la destrucción del Templo. Decir Shoah, entonces, no es un capricho lingüístico, es una toma de posición: apunta a retomar esa devastación y esa ruina no como algo cancelado en la significación sino como peso que persiste, en toda su ciega opacidad, en la palabra humana".

También parece necesario, antes de internarnos en el tema elegido, trazar sumariamente las posibles relaciones entre el cinematógrafo, entendido como forma de expresión artística, y la historia, ya sea vista como lo que llamamos el conjunto de los hechos históricos o como disciplina que estudia estos hechos. [2]

Las relaciones podrían esquematizarse así, tenemos:

a): la historia del cine: de la que se ocupa la historiografía cinematográfica. Se trata, por consiguiente de una disciplina con metodología propia y un objeto de investigación propios, exactamente igual que otras historias parciales como las de la literatura, la arquitectura o el teatro.

b): la historia en el cine: las películas, pese a todas las mediaciones que suponen y que no deben pasarse por alto, pueden ser fuente de documentación histórica y medios de representación de la historia, por lo tanto constituyen un objeto de especial interés para los historiadores que las consultan junto con otras fuentes de información. (Por ejemplo, Oktjabr (1928), la película del cineasta Serguei Eisenstein donde se reconstruye la revolución bolchevique en ocasión de conmemorarse sus diez primeros años, es una fuente de documentación insoslayable si se trata de estudiar ese hecho histórico).

c): el cine en la historia: dado que las películas pueden asumir un importante papel en el campo de la propaganda política, en la difusión de una ideología, a menudo se establecen relaciones muy estrechas entre el cine y el contexto sociopolítico en el que surge y sobre el cual puede ejercer una influencia en modo alguno secundaria. Es lo que el historiador francés Marc Ferro [3] denomina la condición del cine de agente de historia. Pensemos, retrocediendo unas cuantas décadas, en el papel que desempeñó el cine como instrumento de propaganda en la Italia fascista, en la Alemania nazi, en los Estados Unidos de Roosevelt, en la Rusia de Stalin, así como en su importancia para la difusión de modelos ideológicos y de comportamiento. Pensemos el lugar primordial que ocupa el cine bélico actual, y los films de acción en general, dentro de la industria estadounidense como justificación de la agresión armada a Afganistán y a todo lo que nosotros llamamos Oriente Medio, Oriente Próximo para los europeos. (Aludo a Black Hawk Down, Ridley Scott, EUA, 2001, para dar sólo un ejemplo).


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[1] En La shoah en el siglo (del lenguaje del exterminio al exterminio del discurso). Buenos Aires, Xavier Bóveda, 1999.

[2] Es, en líneas generales, el planteo que propone Antonio Costa en Saper vedere il cinema, Milano, Bompiani, 1985. (Hay traducción castellana: Saber ver el cine, Barcelona, Paidós Ibérica, 1991)

[3] En Cinéma et histoire. Le cinéma agent et source de l'histoire, París, Denoël-Gonthier, 1977. (Hay traducción castellana: Cine e historia, Barcelona, Gustavo Gili, 1980).